CuentoParaNoPublicarlos nº7: Sobre Piedras

Ocurre a veces que la vida nos sobrepasa, la memoria se nos hace pesada y no sabemos que rumbo tomar. Pero también ocurres a veces que nuestra imaginación se libera y sin querer hacer nada creamos al amanecer un nuevo paisaje donde cabalgan nuestras alegrías y se esconden entre los arbustos nuestros miedos.
Esta es la historia de un paisaje que nació bajo las estrellas, tan fuerte fue su magia que al despuntar el alba permanecía aún en mi.

Esta historia versa…

Sobre Piedras

Creces.
Y conforme lo haces, más y más piedras te son entregadas. Miras a tu alrededor y descubres que tus mayores no hacen todos lo mismo con ellas.

Aquel de allí es el notario de tu barrio, él simplemente las amontona. Cuando hay demasiadas el montón adquiere una inclinación peligrosa y más de una vez se le ha venido encima. Pero el notario no vuelve a recogerlas, eso es demasiado cansado para su apalancada vida, así que la montaña de piedras cada vez ocupa una superficie mayor y un aspecto más ruinoso. Él camino por encima de ellas sin preocupación, con la mente puesta en otros asuntos. Pero ocurre que sus ojos caen sobre tal o tal piedra y entonces recuerda…
Cuando ella le sonreía, Pensaba que el mundo se derrumbaba a su alrededor. Su pelo, sus ojos, la suavidad de su piel, la calidez de su voz. Pero se quedó con la chavala de Don Eusebio, no es que le gustara pero sus familias lo vieron mejor…
Afortunadamente para él, eso no ocurre siempre, la mayoría de las veces son sólo piedras olvidadas en la hierba.

Luego está el cartero, que vivía con una querida decían todos. En sus tierras te impresionó como había levantado sus piedras, una sobre otra hasta ganar el cielo.
Las rocas más duras se hunden en la tierra para sostener a las otras. Enormes columnas se enroscan verticales para luego perderse en arcos, allá arriba. Las paredes presentan toda clase de piedras. Las más bonitas se unen en diversos motivos, alrededor de las ventanas, jugando a ser dinteles o simplemente coronando los balcones. Bajas la vista y ves que aquí también hay muchas piedras viejas y frágiles. Rodean los jardines y hay algunas que, orgullosas en su vejez, delimitan el camino que te lleva hasta el portón. Pero este permanece cerrado y sabes que adentro y más arriba, en los pisos superiores se encuentran sus piedras más preciadas.

Te llama la atención especialmente el matrimonio Martín. En una pradera abandonada a las malas hierbas se levantan dos hermosas y extrañas torres hasta desaparecer en las nubes. Envidias los arcos que se tienden la una a la otra. Sus piedras están tan mezcladas que si bien los cimientos se distinguen por su color, los de ella más azulados, los de él más blancos, cuando llega a unos metros del suelo parecen distintas partes de una misma construcción. Apartas un mechón de pelo que el viento ha llevado sobre tu cara y dejas que tus ojos se pierdan entre las nubes. Debe ser tan hermoso contemplar el limpio cielo azul.

Más allá te encuentras a tu tía, la que vive en la costa. Sus piedras se extienden tan lejos en la pradera que ya ni las conoce. Incluso cuando pasea y se topa con alguna más familiar que asoma entre las hierbas piensa que pertenece a otra persona.
– Debe ser de la señora de Fernandez, cuyo marido murió en la guerra. Llevaban casados apenas unos meses. Una pena, era tan majo.- Y luego sigue andando como si no fuera con ella. Tu miras las piedras que esparcidas hasta el horizonte se hunden en la arena de la playa. Suspiras, sabes que fue su marido, tu tío, él que murió cuando apenas llevaban casados unos meses. Las olas lamen la playa y se deslizan entre las piedras semienterradas, gastadas. Y tu te preguntas: ¿Cuantas se habrá llevado ya el mar?

Ahora llegas a un muro. Se levanta abrupto y desigual sobre el barro, y no te deja ver lo que hay al otro lado. Miras a tu alrededor y enseguida localizas un roble. Corres hacia él y, sin detener tus pasos, alcanzas rápidamente la rama más alta. Contienes la respiración.
El lodo hace que el laberinto parezca aún más aterrador y lo separa totalmente de la verdura colindante. Supones que la lluvia tampoco tiene por donde escapar de las grisáceas paredes que se extienden sin ton ni son hasta perderse de vista en la niebla de la mañana. Un escalofrío te recorre cuando ves al pobre que arrastra los pies en el lodo. Reconoces en su cara al viejo Manuel, que siempre va al bar a tomarse un carajillo. Nunca sonrie, -No tengo motivos para hacerlo.- dice, – Mi vida no es más que un cúmulo de desgracias.-
Lleva una piedra en las manos, te entristeces aún más pues comprendes en su mirada perdida que no sabe donde ponerla. Bajas de un salto del árbol y corres a lo largo del muro. Le gritas que quieres ayudarle, pero sólo el lodo te contesta llenando tus piernas de manchas marrones. Corres pero no encuentras ninguna apertura en el muro. No puedes tampoco encaramarte a él, las piedras apenas sobresalen unas de otras y tus dedos no hallan donde cogerse. Entonces unas lágrimas recorren tu cara. Te alejas llorando en silencio, la verdad no siempre es dulce, y lo que las piedras te han dicho al tocarlas es cierto. -No puedes llegar hasta él. Nadie puede.-

Tus pasos te han llevado hasta el bosque, allá contemplas con la boca abierta un enorme castillo de amplios ventanales y numerosas torres, todas distintas. Te acercas con curiosidad, la construcción es perfecta y sin embargo no sube hasta el cielo como sueña todo el mundo. Entras por el puente que salta el río y te llevas una nueva sorpresa, no hay portón, ni parrilla con la que impedir el paso de extraños. El patio está rodeado de arcos y sobre estos ves las escaleras que conducen a las torres. Hay mucha gente a tu alrededor charlando animadamente. Son tan distintos del castillos que no hallas su dueño entre ellas. Decides preguntar y una señora mayor de afable sonrisa te señala una de las torres. Subes por la escalera florida hasta la terraza que domina el bosque. Deslizas tu mano sobre el alfeizar. Estas piedras no son las mismas, hay quien las clasificaría como blandas y sin embargo levantan varios metros sobre el bosque un imponente torreón. Hay más gente allá arriba y entre ellos descubres al dueño del castillo. Es un hombre regordete, de mirada profunda y divertida, que anima a una joven madre para que ponga su piedra en un lugar mejor que el que ya ha elegido. Ella duda un instante y luego decide dejarla donde la ha puesto. Entonces su anfitrión rie y le da la enhorabuena, trató de engañarla para ver si sus convicciones eran fuertes. Ella se marcha con su niño en brazos y entonces él te ve. Te sonrojas cuando se acerca a ti y tratas de disculparte por haber entrado sin permiso… – No digas nada. No tienes porqué hacerlo, ven conmigo.- Te lleva de la mano hasta las almenas y te explica que entre aquellos dos torreones de allá puedes levantar tu propia torre, – Como quieras y de la forma que quieras. Si te faltan piedras yo puedo dejarte alguna.- Le preguntas entonces porqué lo hace, porque no levanta sus piedras una a una hacia el cielo como todo el mundo. Le señalas algunas torres más altas que su propio castillo y él sonrie.
Mira al cielo y te da su respuesta: -Hay tanta gente aquí abajo.-

Al seguir hacia el oeste tu camino, te topas con un enorme agujero negro. Primero creiste que era una vueva pero ahora que estás en el filo del abismo comprendes que es obra de un ser humano. A unos metros de ti baja una escalera, pegada a la pared de piedra haciendo círculos hacia la oscuridad del fondo. Acercas tu mano temblorosa a la pared, el frío de la piedra no te sorprende pero sientes que más allás del musgo no es tan terrorífica. No lo entiendes, bajas los escalones y sigues encontrándote piedras de las que sentirse orgulloso. Poco a poco el frío y la humedad se intensifican, la luz es cada vez más escasa. Levantas la vista y las nubes te parecen tan lejanas… Pero sabes que allí abajo hay alguien.
Lo oyes mover las piedras del fondo y maldecir pero te da tanto miedo que te vuelves y subes el centenar de escalones que te separan de la superficie. -¿Quien anda ahi?¿Quien anda ahi?- Grita desde abajo la voz desgarrada de una mujer pero no contestas, sólo corres y y deseas estar lejos, más lejos. Sales por fin y sin dejar de correr desapareces hacia las colinas.

Tu corazón está a punto de estallar cuando llegas a lo alto de la colina. Te dejas caer en la hierba y contemplas en el horizonte las inmensas torres que se estiran hacia el cielo, no todo el mundo llega a superar las nubes pero ahora por lo menos sabes lo que es importante. El cielo se incendia en vivos colores y tu regresas a casa, te sientes llena, caminas con paso suelto y seguro porque ya sabes lo que hacer con tus piedras.

Despiertas cuando el cielo aún pálido no ha recibido el primer rayo de sol. Vas hasta tus piedras que están esparcidas en la hierba esperando que las coloques.
Te agachas y levantas la primera, caminas unos pasos y la pones con total seguridad en el suelo. Repites la operación hasta que todas están en su sitio. Entonces te sientas y miras cómo amenece. Tu vida podrá tomar muchos giros en el transcurrir de los años pero tus cimientos lo aguantarán todo.

Sobre Piedras,
a tale born like a star in the darkness. It’s a darzee’tale, it’s to my only love & reader.

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3 comentarios en “CuentoParaNoPublicarlos nº7: Sobre Piedras

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