Vinieron a buscarla la noche del 30 de septiembre del 36…
Cuando ser maestro era un delito capital. Enseñar, y encima en este caso a niñas, un peligro para la nación.
Las personas que perdieron la vida por llevar la educación y la cultura a los niños deberían tener algo más de reconocimiento que un hijo anciano y una asociación sin ánimo de lucro que busque darles digna sepultura. No son dos ni tres los maestros republicanos que fueron ejecutados por enseñar.
De todas las escuelas que existían en la Segunda República pocas se salvaron, era necesario reescribir la historia y convencer a los futuros españoles que la insurrección de los militares fue para bien.
Algunos colectivos han recuperado la memoria. Hasta la Iglesia reclama los suyos.
Pero los maestros nunca fueron tan pudientes. Y aunque se les persiguiera no formaban parte de una organización poderosa, todo lo contrario, se consiguió desvirtuar su profesión y nacieron los maestros nacionales que, como me cuenta más de un abuelo, enseñaban a los niños que ellos portaban la culpa de sus padres asesinados.
Queda quien les recuerda, como este libro de Mª Antonia Iglesias. Otros en cambio se dejan convencer, como la nieta del maestro del pueblo de mi madre, que tras hablar con la todopoderosa familia García Lorca, esta familia de derecha de toda la vida que pasó la dictadura avergonzándose de su hijo de izquierdas y que supo aprovechar su fama de mártir llegada la democracia, ha decidido renunciar a su abuelo y dejar que su cuerpo y memoria siga enterrado en el olvido.
Que mala es la anestesia cuando la dan en los colegios.
Hola.
He llegado a tu blog por casualidad, y ya que estoy aquí me gustaría invitarte a que te pases por mi foro de temática general y si te gusta a que participes.
Un saludo.