Si algo teme la humanidad es el silencio y el olvido. Los poderosos levantan mauseleos, grandes obras arquitectonicas, los mas humildes nos conformamos con las tumbas y yo, francamente, prefiero visitar el cementerio de un pueblo que el valle de los caidos.
Visité este pequeño cementerio normando hace unos dias. Nada mas pasar por la puerta el silencio se hace completo, nada de lo que sucede en el exterior de sus muros parece importar, es otro mundo.
Me impresiono ver entre tanta tumba imponente este humilde sepulcro. La placa blanca no deja duda y el mensaje me encogió el corazón:
A nuestro hijo, a nuestro nieto. No te olvidaremos.
Queremos que la memoria no desfallezca, queremos vivir para siempre en el recuerdo de nuestros seres queridos pero el tiempo es mas fuerte y hasta la piedra de nuestras tumbas se resquebraja.
Los nombres quedan ilegibles con el musgo y la erosión. Y llega el día en que quienes dejan flores en mi tumba ingresan en la suya y mi memoria, poco a poco, va muriendo. Tempus fugit.