Aquí está el relato que presenté al Segundo Premio de Relatos Medievales, no ha sido seleccionado entre los finalistas, cosa que era previsible por otra parte 🙂 pero me apetecía participar y el año que viene también volveré a participar.
Fue en el caluroso amanecer de un campamento de verano. Las moscas asediaban nuestros cafés y huyíamos del sol refugiándonos en la sombra de los quercus pues a las ocho de la mañana el calor era ya insoportable. Ake soltó un exabrupto sobre las moscas y a mi me vino a la mente la imagen de cientos de cadáveres cubiertos de moscas. Miré el valle que se abría ante nosotros y mi imaginación lo convirtió en el escenario de una reciente batalla. Mi imaginación fue más allá y una frase se abrió paso:
Santiago abandonó con desdén el escudo.
En un impulso irresistible abandoné mi café a las moscas y subi hacia las tiendas que se tostaban al sol, saqué de mi mochila mi libreta de cuentos y mi pluma y regresé al frescor de los árboles. De un tirón escribí el relato que mi imaginación hizo estallar a continuación.
Como siempre que escribo, no supe el nombre que tendría el relato ni su final hasta que lo concluí. Y así nació, en aquel paraje conocido como La Solana del Quemao, el día de Santiago Apostol de mil novecientos noventa y ocho, este relato.
El Afortunado fue el primero de varios relatos bañados en la oscuridad, que no en el pesimismo, que a veces rodea mis obras. Incluso pensé incluirlo en una nueva colección que creé adrede, Tierras Oscuras, pero que finalmente decidí reservar a otros menesteres.