
mi hija, mi esposa, mi padre y yo.
El hombre que sale en la foto junto a mi se llama Federico, es enfermo de Alzheimer y es mi padre. La foto tiene dos años y ya entonces mi padre tenía serías dificultades para recordar el futuro inmediato.
Hoy mi padre es la sombra de lo que fue. Demacrado, con una importante pérdida de masa muscular y con la mente inconexa la mayor parte del tiempo. Hace ya varios meses que es incapaz de articular palabra así que en los pocos momentos de lucidez lo pasa mal porque no puede comunicarse.
Ahora está ingresado en el hospital tras sufrir, el pasado fin de semana un fallo multiorgánico provocado al parecer por una fuerte deshidratación ya que su cuerpo no asimila bien la comida.
En mi entorno son varias las personas que han tomado la decisión de abandonar y que me aconsejan ¿quien se lo ha pedido? que abandone: «ese ya no es tú padre», me decían el otro dia, «es una cáscara vacía» y varios más argumentaban acerca de la eutanasia y la necesidad de terminar ya con esto, demostrando un gran desconocimiento sobre la enfermedad y su desarrollo en la persona. Esto no es más que un trecho del camino, el Alzheimer es así.
Llama especialmente la atención los comentarios de personas que se definen como católicos, y de misa todos los domingos, y que sin embargo consideran que mi padre «ya no es» y que hay que «acabar con su sufrimiento».
He oído toda clase de argumentos pero ninguno de ellos parte de la humanidad. Ninguno ve a mi padre como una persona, como un ser humano, como el poseedor de una vida, una historia, un don mágico que la enfermedad corroe y a veces incluso me da la impresión de que corroe también el recuerdo que las personas cercanas tienen de mi padre. Para que sus argumentaciones tengan validez ha sido necesario despojarlo de toda humanidad.
Debeis decidir que hacer decía uno y yo lo tengo claro. Tan claro que ni me esfuerzo en discutirlo con nadie ni trato de convencer a nadie de ello.
Yo elijo la vida.
Elijo continuar contigo, papá, continuar visitándote siempre que pueda,
Elijo continuar llevándote el periódico para leerte las noticias,
Elijo seguir contándote como crecen Abril y Ariel, enseñarte fotos y contarte como Abril continua preguntando cuando podrá visitarte.
Elijo continuar el camino, que nunca fue fácil, y acompañarte hasta el final. Porque desgraciadamente el final está ahí y soy muy consciente de ello. A unas horas, a unos días o unos meses. Hasta puede que suceda mientras escribo estas líneas pero eso no es lo importante. Lo importante es mi padre.
Tener Alzheimer es terrible, pero ver como la gente te da por muerto simplemente porque no eres capaz de recordar quienes son es aún más doloroso pero para mi era más que previsible esta actitud. Esas personas esperarán seguramente un trato mejor cuando les llegue la hora pero deberían pensar entonces que uno recoge lo que siembra.