En los últimos días he tenido un par de conversaciones que me han preocupado seriamente. En ambos casos fueron conversaciones con personas que están pasando por dificultades, ellas no se conocen entre sí, pero aún así encaran el futuro con valentía. Por supuesto les di ánimos y les desee fuerza para encarar sus proyectos, lo normal, no? Mi familia también está embarcada en un gran proyecto de vida y a nuestro alrededor son todo ánimos y esperanzas.
Pues parece que no es así porque sus respuestas a mis ánimos coincidieron en el pesar:
No estoy acostumbrado a que me den ánimos…Cuando le cuento a la gente mis planes [para salir adelante] me dicen que ni se me ocurra, que será peor…
Que esto es una crisis de un tamaño descomunal,
Que todos lo estemos pasando mal,
Que haya más noticias malas que noticias buenas,
Que el futuro pinte negro y un largo etcétera no es óbice para dejar de sonreir y sobre todo no es motivo para desanimar a las personas a las que queremos y apreciamos.
Existen dos tipos de personas. Las que abren su propio camino y hacen historia y las que esperan a leerla en un libro. Estas últimas llegarán al final de sus vidas y entonces lamentarán no haber tenido la oportunidad de hacer lo que hubieran querido cuando en realidad siempre tuvieron a su alcance este camino.
No debemos dejar que nuestra propia tristeza nos invada y sobre todo, invada a las personas que tenemos a nuestro alrededor. Si un amigo, un hermano o un simple conocido te cuenta su sueño, su proyecto de vida, ¿Quien eres tú para negarle esa posibilidad? ¿Acaso conoces el fin de todos los caminos y por eso sabes lo que nadie sabe?
Seamos un poco más positivos, y sobre todo, seamos todos un poco más asertivos y todos saldremos adelante.